11 marzo, 2015

Recuento general histórico de la participación de la mujer en los procesos sociales y políticos en México y Tabasco. Del siglo XIX a la actualidad*

*Ponencia presentada en la  Unidad Multidisciplinaria del Centenario de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco en el marco de 1ra. Semana de la Democracia, el 10 de marzo de 2015

Ana Mijangos Reyes
Joel Armando Vasconcelos Bautista

En 1925, durante el mandato de Tomás Garrido Canabal, le es concedido el voto a la mujer tabasqueña. Un año después, son electas las primeras regidoras locales; a partir de entonces, la mujer se integra de manera paulatina en la vida pública del estado, enfrentándose a diversos obstáculos. A pesar de ello, cada vez adquiere mayor protagonismo en el escenario político local, nacional e internacional. Tan solo en el Gabinete del Gobierno del Estado de Tabasco 2013-2018, 17 de sus 49 integrantes, son mujeres, que si bien es una cifra significativa, aún falta encumbrarse en espacios considerados como exclusivos del género masculino.

Las primeras apariciones de la mujer en asuntos sociales, educativos y políticos, registradas por la historia -escrita por hombres, por supuesto- podemos situarlos en la Francia revolucionaria, en el contexto de la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad; y es también aquí donde se presenta la doble vulnerabilización ejercida en su contra: primero, por los monarcas; y segundo, por los propios revolucionarios. Basta con mencionar el asesinato de Olympe de Gouges a mano de sus compañeros de lucha, por proclamar la Declaración Universal de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, el Proyecto de Ley que prohibía aprender a leer a las mujeres de Sylvain de Maréchal o la obra Emilio de Rousseau, donde afirma que las mujeres deben dedicarse “por naturaleza” únicamente a las cuestiones del hogar, para confirmar lo anterior.

En México, donde la figura femenina deambula entre la “mujer sufrida y abnegada” y la “mala mujer” como reflexiona Octavio Paz en su Laberinto de la Soledad; éstas se habían mantenido siempre relegadas de la historia, bajo la sombra de los héroes y los caudillos.

Aun cuando hay unos cuantos nombres de mujeres notables –por ejemplo- en el proceso de Independencia, como Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario o la Güera Rodríguez, éstas no pasan de lo mítico o anecdótico, de ser informantes, prostitutas colaboradoras o madres que lloran por no tener más hijos que dar en sacrificio a la Patria. Quienes tomaron las decisiones fueron siempre hombres, dejándose en el olvido a miles de cuerpos irreconocibles y sin rostros recordables que en vida habían parido. Si la independencia de México no mejoró en términos materiales las condiciones de vida de los nuevos mexicanos, mucho menos se vieron favorecidas las nuevas mexicanas, que dejaron de ser novohispanas esclavas a cambio de ser viudas y desvalidas, pero libres.

Con el inicio de la industrialización en el país a finales del siglo XIX y principios del XX y debido a la imperiosa necesidad de las fábricas por mano de obra barata, las mujeres, aparte de amas de casa se convirtieron en las trabajadoras más redituables y baratas del mercado.

Su intromisión en las fábricas, dio vigor al movimiento obrero, pues siendo ellas las más explotadas, fueron las que muchas veces promovieron las huelgas y las que organizaron a sus compañeras y compañeros. Aunque no existía en estas mujeres, ideas feministas propiamente dichas, fueron adquiriendo conciencia sobre las condiciones de injusticia y desigualdad que padecían.

Durante el Movimiento Revolucionario de 1910, la mujer reaparece como parte importante en el campo de batalla, donde no se limitaron tan solo a ser las adelitas de la tropa, sino inclusive alcanzaron el grado de coronelas, generalas, se desempeñaron como intelectuales, activistas y representantes en las diversas facciones del movimiento. La corriente que más se preocuparía y ocuparía en la reivindicación de la mujer, sería la de los magonistas; de donde surgen grupos feministas como la de las Hijas del Anáhuac, y que son las raíces del feminismo de los años 20´s.

Posterior al triunfo de la Revolución, las mujeres fueron excluidas nuevamente. So pretexto de ser enemigas del progreso por su fanatismo y devoción eclesiástica, en el Congreso Constituyente de 1917, la presencia de las mujeres fue nula. En contraste, los gobiernos más radicales del constitucionalismo, como lo fueron el de Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, promovieron la participación de la mujer en el proceso revolucionario, de tal forma que en 1922, se reconoce el derecho de sufragio de las mujeres, convirtiéndose Yucatán en el primer estado del país en adoptar esta medida.

Estas posiciones pro libertades femeninas, se dio en el marco de una política socialista y reformadora que se proponía hacer de la mujer, un importante aliado; política que fue rebasada por la naturaleza misma de las libertades alcanzadas y que propició la radicalización del feminismo.

Otro referente importante es el gobierno de Tomás Garrido Canabal en Tabasco. Inspirado en el modelo de Carrillo Puerto, Garrido Canabal se propuso acabar con las obstrucciones que impedían alcanzar la plenitud del ideal revolucionario, como lo eran –a su juicio- los vicios, la ignorancia y el fanatismo religioso. Para este fin, creó organizaciones corporativas en las que aglutinó a todos los sectores de la sociedad. Las más destacadas fueron: el Partido Socialista Radical Tabasqueño, el Bloque de Jóvenes Revolucionarios, las Ligas de Resistencia, La Liga de Maestros Ateos y el Partido Feminista Radical Tabasqueño.

Compuesto en su gran mayoría por profesoras de ideas racionalistas e igualitarias, el PFRT fue uno de los pilares del proyecto de educación garridista. “La Campesina” era el órgano de difusión y propaganda del partido. El movimiento, decayó junto con el proyecto de Garrido, un corto tiempo después de haber dejado éste la gubernatura.

Tabasco fue el tercer estado del país en permitir el voto de la mujer (1925), después de Yucatán (1923) y Chiapas (Febrero de 1925). El resto del país lo hizo hasta 1953, por decreto del presidente Adolfo Ruiz Cortines, concretándose así una de las demandas principales del movimiento feminista en México y participando las mujeres en el proceso electoral por vez primera el 3 de julio de 1955.

Si bien ya no había impedimento legal para la activa participación de la mujer en la vida política, si existían trabas por parte del sistema político y su esquema patriarcal. Quienes lograron acceder a cargos de elección popular, lo hicieron bajo la bandera del partido oficial y poco o nada propusieron para generalizar una mayor participación de mujeres en política.

No fue sino hasta principios de los 70´s, que surge un movimiento feminista más amplio en el que las mujeres pretenden ir más allá del simple derecho al sufragio. Se hacen planteamientos críticos y de rechazo frente al sistema político y patriarcal, surgen organizaciones con demandas y tintes variados, el sustrato social del movimiento se compone de distintas clases y prevalecen durante las siguientes décadas, generando cada vez mayor permeabilidad en la sociedad, la cultura, la educación y la política, o inclusive en la religión, como el caso de Católicas por el Derecho a Decidir.

El gobierno mexicano firma la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), y las Conferencias Mundiales en el Cairo (1994) y Beijing (1995), las cuales pretenden equilibrar e impulsar el acceso al poder por parte de las mujeres.

En materia jurídica, existe un importante avance, no así en la práctica. De 1982 a la fecha, ha habido cinco candidatas a la presidencia, y de esas cinco, solo una, Josefina Vázquez Mota, representaba a un partido mayoritario. El problema no es cuantitativo, sino cualitativo. ¿De qué serviría un 60% de mujeres en el congreso si no se gestionan políticas en favor del empoderamiento de las mujeres en el país?


Por otro lado, junto al movimiento feminista, se gestan otros movimientos sociales que en su interacción han ido creando redes, fortaleciéndose e inventando cambios de conceptos desde sus planteamientos hasta su lenguaje. Es pues necesario, que las políticas que se implementen en materia de participación política, se escuchen las propuestas de estos grupos, de especialistas y activistas y que tengan como fin la búsqueda y realización de la equidad de género, y no meras políticas populistas estériles, y en el entendido de que la lucha por el empoderamiento político debe de ser integral, junto al empoderamiento económico, social y laboral.

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