04 marzo, 2015

La resistencia como motor de cambio

Por: Joel Armando Vasconcelos Bautista

Marx solía decir que la lucha de clases es el motor de la historia. A más o menos siglo y medio de que el padre del socialismo científico enunciara éste postulado, el mundo ha sufrido transformaciones de diversas índoles: políticos, económicos, sociales, culturales, ambientales, etcétera; pero que obedecen en cierta medida a la lógica de la guerra clasista de la que Marx hablaba.

En las últimas décadas, después de la caída del llamado “mundo socialista”, el discurso de dominación ha sido menos explícito y se esconde bajo rimbombantes títulos como “apertura económica”, “democracia moderna”, “integración al mercado”, entre otros; pero que a pesar de su supuesto triunfo contra la historia y de promulgar la muerte de las ideologías (o de las otras ideologías, mejor dicho), no ha logrado imponerse del todo. Ya lo dice el axioma sociológico «siempre que haya opresión, habrá resistencia».

Desde las protestas globales contra la Organización Mundial del Comercio, hasta las luchas locales por tarifas justas en el pago de los servicios, son señales de que el proceso de homogenización con el que sueñan las clases dominantes, no es compartido por el resto del mundo que exige su derecho a la diferencia y a condiciones  dignas de vida.

Ésta resistencia, se ha presentado en formas distintas: desde organizaciones civiles que proponen la autogestión y promueven la defensa de los derechos humanos, hasta grupos armados que aspiran a derrumbar las estructuras del poder. Todo esto, ha provocado que la correlación de fuerzas entre oprimidos y opresores cambie constantemente, e inclusive, pueden provocar rupturas que afecten definitivamente dicha correlación, como lo fue en el caso del movimiento estudiantil de 1968, y la insurrección zapatista de 1994.

En México, los cambios y avances en materia de apertura democrática, justicia social, defensa de los derechos humanos y otros, se han dado en su mayoría, gracias a la organización social; pues un régimen de partido único y grupos paramilitares a su disposición, difícilmente podría ser artífice de estos cambios.  

Los 80´s y 90´s, fueron muy prolíferos para la organización popular y el surgimiento de nuevos “sujetos de cambio” con nuevas demandas y propuestas que renovaron y reimpulsaron los movimientos sociales de años anteriores. La lucha contra el neoliberalismo, por el reconocimiento de grupos minoritarios, por la vivienda, por la transparencia electoral, por los derechos de la mujer, por un medio ambiente sano, es ejemplo de ello.

En síntesis, las libertades que gozamos, -con sus asegunes y deficiencias, pero libertades al fin- son resultado de un largo proceso histórico-social, en el que la organización y movilización de ciertos grupos, logró influir en la construcción de esas libertades. He allí la importancia del estudio científico sociológico sobre los movimientos sociales.

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